CADA hora era sentir
un susurro de tu soledad
y un soliloquio tan triste,
que dejaba los deseos
adormilados.
Un dolor cotidiano
era la evidencia;
ya no valían sueños
jamás realizados.
Nos cubrió el frío
de la madrugada.
Felipe Sérvulo
un susurro de tu soledad
y un soliloquio tan triste,
que dejaba los deseos
adormilados.
Un dolor cotidiano
era la evidencia;
ya no valían sueños
jamás realizados.
Nos cubrió el frío
de la madrugada.
Felipe Sérvulo
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