15.10.12

Se conocieron en un sueño de madrugada, cuando el amor moría en un rincón de la heladera. Ella salía de un lugar oscuro, volvía a casa luego del trabajo, fumaba y maldecía el olor que dejan los hombres de promesas baratas. Él escapaba de una cama vacía, se perdía en calles desiertas, contaba baldosas, adoquines, el tiempo pasaba de prisa, como las buenas cosas. Y en la ciudad el calor era sofocante, los habitantes agonizaban en balcones, terrazas, soñaban con ofertas de ventiladores. Aquella noche, sin saberlo aún, el destino o una ruleta generosa, los beneficiaría con un viaje a las afueras de otro planeta. Allí la vio, esperando el colectivo de las tres, parecía un ángel abandonado, expulsado del cielo por inducir al pecado. Le habló sin parar, pálido, aterrado, aquellos ojos parecían lunas sobre el mar, el colectivo llegaba, ya eran las tres, ella sonreía, se quedó con él. En otro lugar, a esas horas, los porteros limpiaban veredas, los borrachos se despedían con tristeza, vendedores de diarios hojeaban la Playboy. Caminaron como turistas, recorrieron calles y bares, hablaban de esperanzas y desengaños, de soledades y larga espera.

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